Militante de Die Linke se une a las Filas de la Revolución
Mucho ha sucedido en los últimos seis años de mi vida política. En especial este último año, me ha llevado a un punto en el que fundamentalmente he tenido que reconsiderar mi postura política. Por la presente anuncio mi dimisión del partido «Die Linke». Quisiera explicar cómo he llegado a esta decisión y en lo que yo creo ahora con la siguiente declaración:
A finales de 2012, me uní a Die Linke (Partido «La Izquierda») con entusiasmo y motivación. Buscaba salir del «decorado izquierdista» y estar «puramente en el proletariado». No tenía ningún deseo de volver a formar parte del «decorado izquierdista». Sus debates y discursos están a kilómetros de distancia de la realidad del pueblo trabajador, y su discusiones son sólo entre ellos mismos. Quería ir allí donde el pueblo trabajador estuviese, junto a las masas, junto a la pequeña gente habitual. Esperaba encontrar en la militancia de base de Die Linke gente con quien yo estuviese alineada políticamente. Así que me incorporé y comencé a trabajar en Die Linke.
He de decir que desde el principio, como muchos de los que trabajan en este partido, tuve un verdadero deseo revolucionario. Nunca he tenido la ilusión de ser capaz de hacer un cambio en dirección al socialismo sobre una base parlamentaria y legal. Esto puede sonar ingenuo para muchos, pero para mí Die Linke era una herramienta para la revolución. Era un lugar donde pensé que podría encontrarme con el proletariado, una organización en la que la gente podía juntarse y establecer una red, una plataforma para la organización y un escenario desde el que hablar con la gente. Pensé que sólo sería necesario usar esta plataforma.
Entendí mi trabajo como la politización de las masas hacia la izquierda y así avanzar hacia la acción espontánea en el momento exacto. La revolución era, o lo que yo entendí que debía ser, algo muy espontáneo para mí; un levantamiento y una rebelión de masas en los partidos socialdemócratas y organizaciones como Die Linke.
Antes de unirme al partido, tenía una comprensión muy poco clara sobre el marxismo y la revolución. En el partido entré en contacto por primera vez con el conjunto de piezas de la teoría Marxista. Esto tuvo un doble carácter, como lo tuvo gran parte de mi trabajo en el partido: por un lado, agudizó mi conciencia y me acercó al marxismo, y por otra parte, y esta era la parte principal, reforzó y alimentó mis ilusiones en el aparato.
Conocí a denominados «Marxistas-Leninistas» que eran capaces de justificar su política burguesa con frases proletarias. Esto me hizo sentir muy segura de mí misma. Y esto es también el peligro sobre los denominados «Marxistas-Leninistas» en Die Linke. Me sentí comprendida, y mi indignación, mi energía y mi entusiasmo por la acción tenían supuestamente un hogar entre personas de ideas afines.
Pero incluso en la práctica, tenía la sensación dentro de Die Linke, de que finalmente, era capaz de hacer verdadera política revolucionaria. Empecé con el trabajo de barrio en Langendreer West, un barrio proletario de Bochum. Conseguimos celebrar reuniones y eventos de forma relativamente rápida, conectando con las masas, politizándolos, organizando mítines y manifestaciones y convertirtiéndonos en una fuerza política en Langendreer West. Pero al tiempo que las masas de mi barrio empezaban a verme a mi como «el político en quien se puede confiar» hice muchas cosas que eran profundamente repugnantes y que yo sabía que eran falsas, reaccionarias y peligrosas.
Un ejemplo de esto fue la entrevista que di a la WDR [Radio-TV de Alemania Occidental] como candidata por Die Linke al Bundestag [Parlamento Federal Alemán]. De antemano, el partido me dejó claro que no debía usar ningún tipo de «vocabulario revolucionario», ya que podría desencadenar un escándalo a nivel nacional. Me dijeron que tenía que actuar «profesional» y «políticamente» tanto como fuera posible. Eso hice. Hablé sobre una sociedad embrutecida a la que ayudaría «el buen trabajo policial y judicial», pero «especialmente los trabajadores sociales». Sabía que estas frases eran erróneas, sabía que eran traicioneras. Aun asi lo dije. Cuando salí de la entrevista, me di cuenta de que:
Si un «comunista» se comporta como yo, dice las cosas que yo digo, y tiene la confianza de las masas, eso no puede ser algo bueno.
Cada mentira que cuentan, cada pequeña y gran traición, los políticos lo justifican con la palabra «táctica».
Táctica significa tomar la decisión correcta en una situación concreta para realizar una estrategia a pequeña escala. La estrategia es «el arte de crear poder» en algo así como un plan a largo plazo, un plan entre los denominados revolucionarios que se supone que da como resultado la conquista del poder político por el proletariado. Pero todas estas tácticas, de las que constantemente se habla, están vacías de cualquier estrategia de este tipo. Sus metas a corto plazo son «likes» en Facebook y atraer la atención y las conciencias. El objetivo a largo plazo son victorias electorales y, dependiendo del grado de oportunismo derechista, carteras ministeriales.
Nadie podría explicar de manera creíble como todas las mentiras y todas las maquinaciones podrían realizar un cambio real hacia la lucha por el poder político.
Yo sabía que tenía que realizar algún tipo de cambio. Cuando trataba con los jóvenes del barrio, quienes hacía tiempo que habían perdido toda confianza en la democracia burguesa, hablando y haciendo propaganda para las elecciones, me di cuenta de lo contradictorio de mis «tácticas». Las masas de mi barrio me habían sobrepasado en la izquierda. Mientras yo trataba de explicar los motivos para votar a Die Linke, la juventud me contaba que sólo querían luchar, y que no les importaba quien los engañaba. Fue absurdo.
En respuesta a estas contradicciones que surgieron durante la campaña de las elecciones al parlamento en Bochum, comencé a buscar entre el movimiento revolucionario. Conocí a marxistas de diversas organizaciones y partidos, he llevado a cabo debates en Internet, y he leído bastante teoría Marxista y traté de aplicarla concretamente a mi situación. La esencia que extraje de esos debates me hizo pensar acerca de las posiciones de mis camaradas:
¿Es realmente lo que Lenin llamó «radicalismo izquierdista» que los comunistas se organicen fuera de Die Linke? De todos modos, ¿por qué estos llamados revolucionarios en Die Linke sienten este pánico y terror por el fantasma del «radicalismo de izquierda»? Es un tanto absurdo: ¿Es el mayor obstáculo para el éxito de la revolución en Alemania el enfoque terrorista individualista de asociaciones aisladas? ¿Es el problema de nuestro tiempo que haya demasiados descerebrados aventureros atacando de forma chapucera al Estado con odio ciego? No.
El problema es mayor que el que no haya luchas, que esta gente siempre pregone una huelga de advertencia a toque de silbato, mientras se condena cualquier forma de violencia espontánea. Tienen miedo a las masas indignadas. Tienen miedo de la revolución y juegan un tira y afloja entre el Estado y el pueblo cuando condenan cualquier acción militante del pueblo. Son parte del problema y no de la solución. Volviendo al tema que me ocupa, el problema de nuestro tiempo no es el radicalismo de izquierda sino el oportunismo de derecha. No son demasiadas luchas, si no insuficientes. En la práctica, se ha calmado al pueblo indignado en lugar de dirigirlo y tomar acción.
Cuando estuve en la manifestación LLL de este año, ya no me sentí atada a la «táctica» oficial de Die Linke de adelantarme a las masas ni de actuar como un político. Al ver cómo los camaradas Kurdos fueron expulsados de la manifestación y maltratados por la policía, publiqué un post poco tiempo después en Facebook para expresar mi indignación y rabia. Sabía que habría repercusiones de la burocracia del partido, pero no me importó.
Me uní a Die Linke para ir entre el proletariado. Encontré al proletariado en Langendreer West, no en Die Linke.
Yo quería usar Die Linke como herramienta para la revolución. Die Linke usó mi energía revolucionaria como herramienta de votos.
Para mí la revolución significaba un levantamiento espontáneo de las masas que tomaban conciencia. A día de hoy sé que la revolución es la lucha del proletariado por el poder político. Esta lucha se lleva a cabo en el ámbito militar y necesita de herramientas apropiadas. Los políticos reformistas y sus ayudantes pseudo-revolucionarios babosean una y otra vez abusando de nuestros anhelos y nuestros odios. Ellos hablan sobre rebelarse en el momento adecuado, quizás en 5000 años, sin tener una estrategia concreta. Pero la guerra popular prolongada es la única estrategia concreta que asume la tarea de hacer la revolución y no de alejarse de ella. Ninguno de los denominados «Comunistas» en Die Linke se está preparando o trabajando para ello.
La revolución no es una vaga idea en la distancia con la que los políticos socialdemócratas puedan sentirse radicales. La revolución es algo muy tangible y concreto. Se nos presenta con tareas bastante reales e incómodas. La revolución dicta la lucha por el poder político. A través de la historia nos ha dado la ideología del proletariado.
Para aquellos con honestidad en sus corazones, todavía en Die Linke, afligidos con la misma ilusión que yo tenía:
- Uno no puede simplemente «hacer lo suyo» en este partido. Todo lo que haceis, cada hora de trabajo, cada pizca de fuerza que empleáis, acabaréis haciéndolo para Die Linke.
- El trabajo en Die Linke no equivale a la fundación de un Partido Comunista, por el contrario, va contra ella. El reformismo juega con las esperanzas y la ira de las masas.
- Quienes trabajan en Die Linke estafan al proletariado y lo atan a este sistema. Tanto si son conscientes de ello como si no. Os pido que me sigáis, que salgáis de este partido y que os unáis al movimiento revolucionario.
- Poneos en contacto con los verdaderos proletarios revolucionarios y participad activamente en vuestra ciudad. Estudiad la ideología proletaria y considerad cómo podéis participar en la principal tarea de reconstruir el Partido Comunista de Alemania.
No creo que mi salida vaya a traer consigo una ola de masas, y sé que mis enemigos están felices por ello. Pero también sé que la victoria de la revolución es un hecho histórico. Sé que la superioridad política de mis oponentes es el resultado de estar vinculados al Estado. Pero yo entrego mi trabajo al servicio de las masas indignadas y desilusionadas. Decidamos el momento en el que al fin venceremos.
¡Resistid y Luchad!
¡Por la reconstitución del PCA!
¡Abajo con Die Linke y todos los espejismos!
Traducido al español por Redspark
Fuente original en alemán: Jugendwiderstand (Resistencia Juvenil)